La vida de Carlos Llano cambió de rumbo cuando se rompió la rodilla. Desde 2010 no ha parado de correr: ultradistancias, triatlones, carreras de autosuficiencia... atrapado por “el componente mágico de la aventura”.
Acaba de presentar el libro ‘De oficinista a finisher’, que recoge sus experiencias y cómo se ha volcado en ayudar a los niños de Burkina Faso con su ONG Childhood Smile. En África, dice, aprendió que la felicidad es una disposición de la mente.
Queríamos conocer un poco a este hombre rebelde, hecho a sí mismo, tozudo, paciente y absolutamente humilde.