En Torrelodones se ha recuperado de la degradación y del asfalto un tramo de 500 metros de la vía pecuaria Cordel de Hoyo, entre la rotonda de Las Rozuelas y la Avenida de Peñascales.
De ser una escombrera y estar minado de “cacas” de perro este espacio ha pasado a proyectarse como un corredor ecológico entre la vida urbana donde todos han contribuido y han hecho suyo.
El proyecto de rediseño del Cordel de Hoyo es obra del estudio de arquitectos Pikionis, denominados así en homenaje al arquitecto griego que llevó a cabo el entorno paisajístico de la Acrópolis, quien aseguraba que es la piedra y el paisaje quien le dice cómo debe ser a la arquitectura. Pikionis lo componen Elena Romero, arquitecta que ha trabajado en rehabilitación de cascos históricos y protegidos o intervenciones en yacimientos arqueológicos; Julián Delgado, maestro y arquitecto urbanístico; Antonio Iraizoz, experto en restauración del Patrimonio y Jimena Zalles, técnico forestal.
Un espacio para disfrutar
El Cordel de Hoyo es un tramo de vía pecuaria que quedó encajonado en el desarrollo urbanístico de Torrelodones y tiene características de un espacio intermedio, es en parte rodado por el acceso a las viviendas, pero es más natural que urbano.
La idea que perseguían estos arquitectos era ofrecer elementos de permanencia y disfrute del lugar. También tuvieron en cuenta a los vecinos, “que salían y nos contaban sus ideas del territorio”. Para ello, se dieron el tiempo para modificar las veces que hiciera falta y plasmar las ideas, también de niños y jóvenes. Afirman que la mejor manera de apropiarse del territorio es ‘vivirlo’ y cuentan que “hay un joven que tiene su piedra escogida para la meditación, o vecinos que han plantado su propio árbol y se encargan de regarlo”. Jimena apunta que han propuesto un ejercicio de paciencia con la plantación de herbáceas y árboles, “será un bosque con el tiempo, todos están invitados a disfrutar de la evolución”.
Se han reordenado los tránsitos peatonales y rodados atendiendo algunos usos establecidos. Antonio cuenta que gracias a la empresa Traforva “hemos decorado y delimitado el Cordel acarreando bolos graníticos de las obras del colegio San Ignacio en el AHS”. Añade que “con la idea permanente del reciclaje, localicé un tronco seco en el almacén municipal y lo incorporé porque daba juego como cabaña”.
Julián comenta que abordaron las dos principales demandas del vecindario. Una fue la zona canina, ampliada, con sombra, agua y juegos para los perros. Otra era la iluminación, “nuestra apuesta era no introducir elementos luminarios urbanos, para no perder los observatorios de estrellas como atractivo del lugar. Con el arreglo del terreno y los puntos de luz en las calles adyacentes asegurábamos también el paseo nocturno”.
Los seis paneles informativos -la empresa ‘Vueltaalamanzana’ ha colaborado con los dibujos y la cartelería- recogen mucha investigación y le dan la perspectiva educativa dirigida a los niños. Los planos señalizan zonas y elementos naturales para el juego infantil. Estos elementos hacen del Cordel un lugar de conocimiento, descubrimiento y convivencia. En su conjunto invita al paseo con paradas en bancos y mesas de piedra -reutilizando bloques arrumbados por años en la zona de la estación de tren- y con miradores en zonas más prominentes.
Julián reflexiona que “el espacio público es el germen de la Democracia: permite el diálogo social”. Y no es un slogan, el recuperado Cordel de Hoyo es un corredor ecológico que da la oportunidad para la regeneración medioambiental pero también la social. Ahora hay que ir a disfrutarlo.