“Emprender siempre es complicado”, asegura Silvia V. Bueno, de la tienda Mano de Santa de Torrelodones, que emprendió en 2020 “porque no sabíamos que teníamos una pandemia encima”. Firmó el alquiler del local el día antes de que se decretase el Estado de Alarma y tendría que haber abierto en abril. “Si me dices esa tarde que esto va a pasar, yo no abro”. Pero estando todo en marcha, “vas con todo”.
Abrió en junio y esos meses le vinieron hasta bien, para “cambiar el concepto de negocio, descubrir marcas y productos que no contemplaba… para sosegar y perfilar mejor la idea de negocio”. Hasta la apertura “fue todo un triunfo”, desde pedir una licencia de obra a comprar pintura e ir a pintar el local. “No puedo decir ni que fuera fatídico ni que fuera maravilloso”, resume. Eso sí, lamenta, “no nos hemos podido acoger a ningún tipo de ayuda, porque las ayudas derivadas de la pandemia son para negocios previos a la pandemia. Y eso no es justo, también lo hemos pasado mal, porque la inversión ya estaba hecha”.
También estaban a punto de abrir cuando se decretó el Estado de Alarma Reme Paíno y Conchi González, de El Herbolario de Hoyo. “No somos valientes, somos kamikazes, directamente”, suele bromear Conchi. Cuenta Reme que comenzaron a gestar el proyecto en julio de 2019, pero la obra del local se retrasó y en marzo de 2020 estaban pidiendo el CIF. “Justo dos días después nos confinaron, y una de dos o seguíamos adelante o habíamos perdido un montón de dinero e ilusión, así que decidimos seguir adelante”. Abrieron el 22 de mayo.
Durante el confinamiento vivieron todo tipo de incertidumbres, las propias de quien abre un negocio y se enfrenta a la burocracia y otras derivadas de la situación. “Íbamos de 24 en 24 horas viendo qué podíamos hacer y tomando decisiones”, explica Reme. Un año después, su balance es positivo, “la ilusión no ha bajado”, afirman, e incluso creen que la pandemia ha beneficiado su tipo de negocio. “Hay un cambio de mentalidad en la gente, que dure mucho o poco, no lo sabemos”.
A otros empresarios les empujó el confinamiento. Por ejemplo a Alfonso, Paloma y Jorge, tres jóvenes de Collado Villalba que acaban de abrir un negocio, K’K’O Salao, de comida a domicilio. “Trabajábamos juntos en un restaurante en Madrid y yendo a trabajar, hablábamos de tener un negocio más cerca de casa. Cuando llegó la pandemia, nos echaron a los tres del trabajo y nos dijimos, este es el momento”, explica Paloma.
“Ha sido complicado porque se nos ha alargado todo en el tiempo. Queríamos solicitar un crédito ICO pero con la pandemia solo los concedían a empresas ya creadas, así que tuvimos que modificar todo el proyecto entero para acceder a un microcrédito”, relata. Tampoco han sido fáciles los temas administrativos. “Pero una vez encaminado, ha ido bastante bien”, asegura Paloma, que cree que la pandemia beneficia a su sector. “Vimos que era el momento clarísimo de ponernos con esta idea que teníamos ya de antes”.
Sectores emergentes
También es ‘hija’ del confinamiento la idea de negocio de Empanadas Rico. “Estábamos las 24 horas del día en casa, con dos niñas pequeñas, y era una tormenta todos los días la elaboración de las comidas, conseguir algo que fuera rico, saludable, que les gustara a ellas y no nos hiciera estar esclavizados en la cocina hora tras hora”, explican.
Así que Víctor Oliveras y su mujer pensaron en algo que les solucionaba la vida a ellos y podría solucionársela a otras familias: empanadas artesanas de maíz que llevan a domicilio. Su negocio está funcionando con el boca a boca y las redes sociales, ya que no cuentan con una tienda física.
Pero facilidades, aseguran, han encontrado pocas. “El día 1 que pones esto en marcha estás pagando impuestos de todo tipo, cuotas de autónomos… pero no estás haciendo ventas. En todas partes hablan de las ayudas a los emprendedores, y cuando investigas todo son trabas o ayudas para empresas que tienen tres o cuatro empleados…”, lamentan. Y hay que vender muchas empanadas para poder tener tres o cuatro trabajadores. “Todo es largo, los trámites, los permisos… es un búscate la vida”. Lo positivo, que han dado con un negocio en auge. “El delivery, que en España no era algo muy potente, ha venido con la pandemia y se va a quedar”.
También está en alza la venta de alimentos a granel, el negocio que acaba de emprender Víctor Zaballos, que ha llevado a Torrelodones un tipo de establecimiento a los que estaba acostumbrado cuando vivía en Madrid con su pareja y que dejó de encontrar cuando se tuvo que volver a Torrelodones con el confinamiento. Sus experiencias son comunes a las del resto de emprendedores. “Emprender siempre es dificultoso. No tengo ninguna ayuda, porque todo se ha destinado a otras cosas más necesarias. Todo lo que he ido a preguntar tanto en Torrelodones, como en la Comunidad de Madrid… no hay nada ahora mismo”, asegura. Por suerte, lo más fácil fue el cambio de licencia del local, porque ya era una tienda de alimentación antes. “Buscamos lo más sencillo porque pedir licencias ahora mismo tal y como está todo vi que era bastante inviable”, explica.
Hay otras iniciativas empresariales que son consecuencia directa de la pandemia y de sus circunstancias, como la idea de Gonzalo Bel Ricote, un joven ingeniero forestal de Collado Villalba, que ha creado con El Otro Medio Ambiente un portal web sobre cambio climático que ofrece soluciones técnicas sencillas para que el público general pueda ahorrar en la factura de la luz o del agua y apostar por empresas que ofrecen energías limpias o alternativas éticas. Su objetivo es ayudar “a muchos ciudadanos que han visto reducidos sus ingresos”.
¿Un restaurante?
Y hay otros proyectos que más bien parecería que se emprenden a pesar de la pandemia. ¿Abrir un restaurante en estos tiempos? Son los primeros que sufren las restricciones cuando suben los contagios, pero más de uno ha abierto en el último año, como el Restaurante La Cabilda, en Hoyo de Manzanares.
Su impulso se debe a dos empresarios, María Jesús, que llevaba tiempo buscando un proyecto interesante y Manuel, que le tenía echado el ojo al local, un histórico de Hoyo de Manzanares que echó su cierre después del confinamiento. “Las cosas surgen a veces por casualidad, en este caso en una comida. Manuel me contó su idea, me encantó y me dije, pues para adelante”, resume María Jesús.
Tuvieron una suerte: la burocracia no fue difícil, porque tuvieron que hacer sólo cambio de titularidad de la licencia, pero para todo lo demás era empezar de cero: carta, personal… “eso nos ha presentado sus propios retos”. Consiguieron abrir un 4 de diciembre y un mes después se decretaba el cierre perimetral de Hoyo de Manzanares. “Pero tenemos una gran ventaja, las instalaciones son amplias, podemos ofrecer mucho espacio entre las mesas en el interior y contamos con una terraza que es una maravilla, y además tiene un toldo enorme, por lo que nos sirve tanto cuando hace bueno como con mal tiempo”. Y se trata de eso, “de poner al mal tiempo buena cara y esforzarnos cada día para que la gente venga, le guste y repita”.
Que es también lo que ha decidido hacer Marcus Diaque, responsable del histórico Olive, de Torrelodones, hoy inmerso en una reforma integral que lo convertirá, desde junio, en el Restaurante Baelo. ¿Por qué cambiar algo que estaba funcionando? “Porque tenía la obligación de cambiar el nombre del restaurante, la necesidad de hacer una pequeña reforma y la oportunidad así de posicionarme como uno de los mejores restaurantes de la Sierra y ofrecer algo nuevo”, explica.
En la parte positiva de esta aventura destaca Diaque que “ahora mismo hay mucho crédito, a través de los ICO, a un interés bastante ajustado, al que de otra manera no hubiese accedido de forma fácil”, señala. La negativa, que “los estamentos públicos no están apoyando a las empresas, ha habido falta de apoyo al sector. No de ayudas a nivel económico, que tampoco han sido muy altas y siempre serán insuficientes, porque como país no tenemos económicamente una buena situación, no somos como Alemania o Francia, pero echo de menos que se nos hayan dado más facilidades, por ejemplo para utilizar el espacio público para poder dar un buen servicio a nuestros clientes”, explica.
En cualquier caso defiende que “en los momentos de crisis es cuando mejor tienes que estar preparado para salir adelante” y rompe una lanza a favor de todos los emprendedores. “Invertimos porque es nuestra idiosincrasia, lo que sabemos hacer. Somos soñadores, soñamos con sacar adelante proyectos e intentar ser mejores cada día”.