Días de gloria
miércoles 23 de abril de 2014, 12:06h
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En estas fechas que se aproximan de manera trágica, pasado el siglo XIX, el XX y entrados en el XXI, ya no damos un plato de lentejas al hambriento, ni vestimos al desnudo, como rezaban las enseñanzas pías que nos impartían nuestros antepasados.
Hoy día la caridad se concibe como enseñanza, educación. El refrán de enseñar a pescar en lugar de dar peces para que coman, es la realidad que mueve la gran industria solidaria donde están implicados millones de personas y empresas en todo el mundo. La lucha, la guerra, hay que librarla no en acumular grandes cantidades de ropa usada donada por los ricos para los pobres, y que, todo el mundo lo sabe, acaba en el mercado negro de países tercermundistas y cuyos beneficios van a parar al gobierno corrupto de siempre. El problema es que a muchos les interesa alimentar esa corrupción, esa ignorancia, esa diferencia de clases para que la industria armamentística, la farmacéutica, tengan dónde arrojar sus saldos. Durante siglos algunas órdenes religiosas han dado cultura sólo a los hijos de los poderosos, y en contadas ocasiones hacían la excepción cuando se trataba de un cerebro privilegiado sacado de la clase obrera. Eso todavía sucede en países del tercer mundo, en países árabes donde los jeques se dilapidan en juguetes de guerra los cuantiosos beneficios de la venta del petróleo como si fuera de su propiedad. Todavía sucede en países americanos donde las ayudas del Banco Mundial van a parar directamente a los bolsillos de sus gobernantes. La caridad se mide en obras sociales que de verdad acaben con el hambre. Se mide en generadores de energía para dar luz y agua corriente a los poblados indígenas. Se mide en que puedan subsistir y cambien alimentos excedentes por medicinas a precios reales y sin que las mafias intervengan para experimentar con pócimas poco recomendables. Se mide en la dignidad de un poblado para defenderse de los fenómenos naturales, no de las apetencias anexionistas del vecino.
Por ahora, en Torrelodones, en estos días de gloria, de esperanza, con darle un juguete al necesitado creeremos haber rozado el cielo.